Sueño de Jacob
Nº de catálogo:
95

Adquirido como obra de Murillo, para Isabel de Farnesio con su compañero, la Liberación de San Pedro (Cat. 96), este hermoso lienzo es, sin duda, una de las más nobles y poéticas obras de Ribera, a la vez que una de sus composiciones más sólidas y monumentales, como ya se advirtió en el Inventario de Aranjuez en 1794.

Lo representado es el episodio del Génesis (28;11-22) que relata el sueño o visión celeste del patriarca Jacob, cuando yendo a Jarán, vio en sueños una escala celestial por la que subían y bajaban ángeles. El tema ha sido interpretado múltiples veces a través de los siglos, dotándolo de intenciones simbólicas o metafóricas, viendo en él un símbolo de la «Escalera de la Virtud», que conduce hacia Dios, a través del continuado perfeccionamiento espiritual, tal como hace San Juan Clímacos, o de la «Escala Humilitas» de San Benito.

En el mundo barroco son frecuentes las representaciones en las que la escala se representa con toda su corporeidad, convirtiéndola en el elemento plástico más importante de la composición. Ribera, sin embargo, prefiere insistir en el aspecto, humano y naturalista, del cuerpo del pastor sumido en profundo sueño, derribado físicamente sobre una roca, y la escala queda apenas sugerida dentro de un bellísimo trazo luminoso fundido en el celaje dorado, en el que se disuelven unas delicadas figuras de ángeles, casi sin materia, resueltas con unos ligeros trazos de pincel casi del mismo color que el fondo.

La mayor originalidad del pintor consiste precisamente en ese convertir la visión en algo apenas sugerido, frente a la robusta materialidad de la figura tendida, cuya poderosa masa se subraya aún más con el volumen rotundo del tronco de árbol casi tendido también, prolongando y subrayando la insistida horizontalidad de la composición.

La limpieza realizada en ocasión de esta exposición, ha puesto en valor la belleza del color del cielo, que llena más de la mitad de la composición, con una brillantez luminosa insólita hasta ahora, y que explica, por su limpidez y transparencia, la atribución a Murillo del lienzo en el siglo XVIII, cuando la imagen de Ribera era sin duda la transmitida por Palomino, que lo definía deleitándose «no en pintar cosas dulces y devotas», sino «en expresar cosas horrendas y ásperas».

El sereno lirismo del lienzo, basta por sí solo para subrayar lo erróneo de esa imagen del artista, viva aún en nuestros días.

Aunque Markus Burke ha supuesto que este lienzo y su compañero eran los que en 1669 pertenecían al Duque de Medina de las Torres, no puede aceptarse la identificación, pues los lienzos que pertenecieron al Duque son los que hoy se conservan en El Escorial (Cats. 100 y 101). Es muy probable que este lienzo y su compañero sean los que figuran en el Inventario de la colección que D. Jerónimo de la Torre constituyó en Mayorazgo, y tras haber pasado por la posesión de su hija María Francisca de la Torre en 1694, pusieron a la venta los patronos de su fundación en 1718 (J. Artiles, 1928, p. 84). Las tasaciones de Ardemans y de Palomino los describen con precisión, valorados en cifras muy elevadas, así como a los otros lienzos de santos que también pasaron, años más tarde, a la colección real (Cats. 102-105).

Lo único sorprendente es el cambio de atribución de Ribera a Murillo. Seguramente, para venderlos a Isabel de Farnesio, cuya admiración y estima por el pintor sevillano era conocida de todos, se propuso la nueva atribución, más atractiva en el momento y nada inverosímil en este lienzo, dada su luminosa y serena transparencia.
                                                                           [A. E. P. S.]


Subir

Centro Virtual Cervantes
© Museo del Prado
© Instituto Cervantes (España), 1998-. Reservados todos los derechos.

cerrar