Magdalena penitente
Nº de catálogo:
103

Compañero de otros tres lienzos de análogo formato y carácter (San Juan Bautista, San Bartolomé, Santa María Egipciaca, todos en el Prado, Cats. 104-106), este lienzo y sus compañeros ingresaron en las Colecciones Reales en el siglo XVIII y aparecen por primera vez en el inventario del Palacio Nuevo en l772, con la indicación «Nuevos. Marqués de los Llanos» en la llamada Pieza de Conversación de la Señora Infanta. En 1794 estaba en la Pieza de Vestir y allí continuaba en 1814, pasando en seguida al Museo del Prado, desde su fundación.

Parecía sorprendente que obras de tal calidad e importancia no hubiesen dejado testimonio documental anterior.

Debe, sin embargo, tratarse de uno de los lienzos que en 1658 se describen en el Mayorazgo establecido por D. Jerónimo de la Torre «del Consejo de Su Majestad. Secretario de Estado de la Parte de Flandes». En su rica colección, que contaba con 10 obras de Ribera de importancia (Cat. 60) se describen una Santa María Egipciaca, una Santa María Magdalena, un San Bartolomé y San Juan de tres varas escasas de alto por dos y cuarta de ancho, es decir, de unos 2,00 x 1,86 m, que con el ligero margen de error, normal en las medidas de los viejos inventarios, se corresponden bien con las originales del lienzo del Prado y sus compañeros, que fueron modificadas en el siglo XVIII con una banda lateral, bien visible en la actualidad y algo reducidas en su altura, pues la tela original dobla hoy sobre el bastidor.

Don Jerónimo de la Torre poseía también una Santa Inés, que ha de ser la que hoy se halla en Dresde, y suyos eran también un San Pedro liberado y un Sueño de Jacob, que serán, con casi entera seguridad los que hoy guarda el Prado (Cats. 95 y 96).

La serie de cuatro lienzos de la que esta Magdalena forma parte, ha sido entendida, desde Tormo, como una representación contrapuesta de la juventud y la vejez, en el hombre y en la mujer. La figura femenina juvenil se encarna en esta bellísima muchacha que es, con toda evidencia, el mismo modelo empleado en la Santa Inés, de Dresde, firmada en el mismo año y, como hemos dicho, procedente de la misma colección.

El descubrimiento de la firma y la fecha durante la restauración que ha precedido a esta exposición, permite confirmar que ambas se pintaron en el mismo año resolviendo definitivamente las dudas respecto a la fecha de la serie del Prado.

La composición, prescindiendo de la banda de tela en el lateral derecho añadida en el siglo XVIII, que ha sido eliminada en la restauración hecha en esta ocasión, responde perfectamente al esquema habitual en sus lienzos de penitentes, tales como el San Pablo ermitaño del Prado, firmado en 1640 (Cat. 102). Los sólidos sillares de piedra sobre los que se acoda la santa imprimen una grave monumentalidad a la composición triangular, constituyendo, sin duda, un homenaje a la rigurosa estructura del más severo clasicismo boloñés en obras como la Piedad de Aníbal Carracci. El amplio espacio abierto a la izquierda de la composición, es también muy semejante al que aparece en el citado San Pablo de 1640 y al del Sueño de Jacob, de 1639.

La belleza del modelo, de tan apasionada expresión, y la riqueza de la materia cromática del manto que viste, junto a la serenidad y nobleza de la composición, hacen de este lienzo una de las más hermosas representaciones de la santa penitente de todo el siglo.

La mención del Inventario de 1772 que la llama «Santa Tade», ha hecho que se piense sea Santa Tais, que es seguramente lo que se quiso decir en el inventario. Esta santa, poco representada en la iconografía occidental, patrona de Alejandría, y cuya leyenda narra la Leyenda Áurea (capítulo 152), se confunde a veces con la Magdalena, por ser, como ella, pecadora de extraordinaria belleza, que abandona el mundo y hace penitencia. Si, como parece, el lienzo precede de la colección de Jerónimo de la Torre (1658), allí se la consideraba Santa María Magdalena, y además, la penitencia de Santa Tais no tuvo lugar en el «desierto» que muestra el lienzo, sino en el interior de una estrecha celda conventual, cuya puerta se tapió. Es probable que la confusión sea obra de algún «erudito» piadoso del siglo XVIII.

Se conoce otra versión de la composición, hoy en el Museo de Bilbao, firmada en 1637, que podía —si la fecha es auténtica— haber sido el prototipo, repetido luego al realizar el ejemplar del Prado, para la serie en que se inscribe. La deficiente conservación del lienzo de Bilbao impide hoy, a pesar de la cuidadosa restauración efectuada recientemente, juzgar adecuadamente su calidad.
                                                                         [A. E. P. S.]


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