José de Ribera

Jusepe de Ribera, el Españoleto, nació en Játiva (Valencia). Llegó a Italia en edad temprana, donde fue discípulo de la escuela tenebrista cuyo gran representante es Caravaggio. No renunció a su origen peninsular —su apodo italiano y sus firmas así lo dejan ver—, aunque su carrera se desarrolló en los territorios españoles en Italia; más concretamente, en Nápoles. Hacia 1617 Pedro Girón, el duque de Osuna —virrey de Nápoles a la sazón, cuyo secretario era nada menos que Francisco de Quevedo— se interesó por el joven españolito que emocionaba a la ciudad del Vesubio con sus estremecedoras pinturas de los martirios de los santos. Tras la caída en desgracia de su mecenas en 1620 —lo que le supuso un período sin protección oficial de casi diez años— siguió Ribera pintando y no le faltó trabajo. En su mayor parte recibía encargos de la península, y tanto fue así que en su siglo había más cuadros en España que en Italia. Su técnica está caracterizada por el vivo contraste entre luces y sombras, aprendido de Caravaggio y de Ribalta, y el realismo con el que plasma la
escultura en el lienzo. Debe mencionarse también su actividad como grabador, especialmente fecunda en esta década. En los años treinta recuperó el favor del virrey, el duque de Alcalá, que continuó con su sucesor, el conde de Monterrey. La protección de los grandes (el marqués de Leganés, el almirante de Castilla, el propio rey Felipe IV...) no le faltó hasta su vejez, y fue en este período de madurez cuando salió Ribera de su característico tenebrismo para aclarar su paleta y buscar la brillantez que se admira en su Inmaculada. Los últimos años de Ribera son de decadencia personal, pues están marcados por la deshonra familiar —su hija quedó embarazada de don Juan de Austria, ilustre bastardo del rey Felipe, retratado en la sala 7— y la estrechez económica. Aún pinta, empero, ya que firma varios cuadros entre 1650 y 1652.

Su actividad como plasmador de episodios de santos predomina en esta exposición. En las salas uno, dos y tres se pueden admirar exclusivamente obras en esta línea. La sala seis incluye también algunos episodios bíblicos, que pueden verse también en las salas cuatro y cinco junto con algún cuadro mitológico. En la sala siete hay también un retrato de don Juan José de Austria y una cabeza de guerrero —único ejemplo de su actividad dibujística en esta exposición— que es probablemente un estudio para un cuadro sobre Sansón y Dalila.


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