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Procede de las Colecciones Reales, donde
debió de ingresar durante el reinado de Felipe V, pues no se encuentra en el Inventario
de Palacio de 1700. Aparece por vez primera entre los lienzos salvados del incendio de
1734 como «original de Ribera». Se le sigue luego la pista a través de los sucesivos
inventarios desde el de 1747, siempre con el número 136 aún visible sobre su superficie.
En 1772 estaba en la antecámara del Infante D. Gabriel, emparejado con el San
Sebastián (Cat. 71) y en 1794, en la «pieza encarnada del quarto de los
infantes», emparejado esta vez con el San Pedro (Cat. 35).Se trata sin duda de una obra de los primeros años de la
década de los treinta, próxima en técnica y calidad a obras como el Ciego y su
lazarillo del Museo de Oberlin (Ohio) o el Escultor ciego, El Tacto
(Cat. 56), fechados ambos en 1632. También el gesto del rostro y de la mano
izquierda son virtualmente idénticos a los del Jacob con el rebaño de Labán de
El Escorial (Cat. 60), fechado en el mismo año, aunque interpretado en una clave
luminosa diversa.
Aquí se mantiene todavía un tratamiento
tenebrista de tradición caravaggesca, aunque la factura es ya mucho más pastosa y rica
en luces. El estado de conservación del lienzo es muy mediano, pero permite gozar de la
maestría del tratamiento de los accesorios de naturaleza muerta. Tormo señaló, con
acierto, la peculiar técnica de pinceladas cortas, paralelas y modeladoras «como el
burilado de ciertos grabadores», que pueden advertirse en la cabeza del Patriarca.
Es significativo, desde el punto de vista
iconográfico, el modo de representar al santo carpintero, padre putativo de Cristo, con
gesto extático, acompañado del Niño Jesús, que porta el cestillo de las herramientas
con gesto de modestia y sumisión un tanto sorprendente.
Considerado siempre obra original, y como tal
recogido por Mayer, Trapier y Felton lo consideraron copia de un original desconocido,
condicionados, seguramente, por el mediocre estado de conservación.
Tras una ligera limpieza y restauración ahora
acometida, no cabe duda respecto a su autografía, que ofrece, como ya hemos dicho,
fragmentos de extraordinaria calidad.
Se conoce una versión de taller muy fiel y
de calidad excelente aunque un tanto plana, en la colección Kisters de Suiza.
[A E. P. S.]
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