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Adquirido por Carlos IV, siendo príncipe,
para su Casita de El Escorial, nada sabemos de su procedencia anterior, aunque se haya
sugerido que puede tratarse de una obra encargada por el Almirante de Castilla, D. Juan
Alfonso Enríquez de Cabrera. Será seguramente uno de los muchos San Jerónimos
de vara y media por vara y tercia, que aparecen en inventarios madrileños de los siglos
XVII y XVIII.Se la suele catalogar como
obra inacabada, al considerar que la zona clara que rodea la cabeza es la
preparación y que la espalda y el fondo quedan también sin concluir. Es posible que así
sea, pero quizás se trate simplemente de apresuramiento y ligereza, que pueden encontrar
su explicación en la enfermedad que sabemos que el pintor sufrió en los años en torno a
1645 y que le impidió en ocasiones coger los pinceles.
A pesar de ello y quizá precisamente por esa
frescura e inmediatez de obra no concluída, este lienzo resulta una de las
interpretaciones más intensas y apasionadas que del santo nos ha dejado su autor.
La sobriedad de la composición y el vigor de la
expresión de fervorosa entrega a la oración, servida con la técnica pastosa y densa de
sus años finales, hacen de este lienzo una obra maestra.
[A. E. P. S.] |