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El monasterio de El Escorial conserva dos
grandes lienzos de la Adoración de los pastores, citados y recogidos en todas
las descripciones y guías del monumento desde el siglo XVII.En muy mal estado de conservación, y difícilmente
accesibles a los investigadores durante mucho tiempo, se había llegado a dudar de su
autografía. Felton reconoce una de ellas como obra autógrafa, e ignora la otra. Spinosa,
siguiendo indicaciones de F. Bologna, recoge ambas obras como de la mano de Giovanni Do,
el problemático discípulo o colaborador de Ribera, sobre la base de la Adoración de
los pastores de la iglesia napolitana de la Pieta dei Turchini, única obra que puede
considerarse de Do, pues como tal la describe De Dominici. El parentesco existente entre
los lienzos de El Escorial y la obra de Do, se limita al asunto y a la presencia de
ciertos modelos humanos comunes, especialmente la vieja de tocado blanco, pero la técnica
y el carácter de la obra son absolutamente diversos, y sin duda el discípulo se limitó
a copiar algunos de los modelos del maestro, acoplándolos a su composición.
Tras la restauración a que han sido sometidos
los dos lienzos de El Escorial, no puede caber duda de su carácter autógrafo, aunque su
estado de conservación sea verdaderamente lamentable.
No obstante, la calidad de los muchos fragmentos
auténticos que han quedado bien visibles al levantar los torpes y espesos repintes que
cubrían las faltas de los lienzos y la fuerza de las composiciones, de considerable
intensidad en los pormenores de naturaleza muerta, hacen de estas obras unas de las más
importantes y significativas de la producción del artista en un momento especialmente
feliz de su producción, tal como han subrayado cuantos se ocuparon de ellas en el pasado,
antes de que se produjese el injusto olvido que estos lienzos han sufrido en la
bibliografía especializada en los últimos tiempos. En El Escorial, sin embargo, han sido
siempre considerados obras de importancia, de acuerdo con la tradición local.
El lienzo, firmado en 1640, ha de ser el que
pertenecía a la colección del Duque de Medina de las Torres y fue regalado al rey
juntamente con el Jacob con el rebaño de Labán (Cat. 60) y el Sueño
de Jacob que también está hoy en El Escorial. En su Inventario de 1669, Carreño y
Cabezalero lo tasaron en 600 ducados (6.600 reales) la cantidad más alta entre todos los
lienzos de la colección. La identificación parece confirmarse, además, por la fecha en
que se halla firmado, pues en noviembre de 1641, cuando Cristóforo Papa encarga a Ribera
un lienzo de este asunto, pondera con sumo elogio, como cosa reciente, el lienzo pintado
para Medina de las Torres.
lngresó en El Escorial con los lienzos allí
enviados por Carlos II, y el Padre Santos lo menciona ya en 1681 en la Galería de
Palacio, junto a las restantes obras procedentes de la colección Medina de las Torres. Se
habían reunido allí veintitrés lienzos «de gran valor y precio», «unos de Jusepe de
Ribera, que son los más; otros de Lucas Jordán imitando al Tiziano; y otros de otros
autores excelentes». Entre ellos destaca expresamente «el Nacimiento de Nuestro
Salvador, quadro bellísimo y grande de Jusepe de Ribera, (que) bastaba para honrar la
pieza».
Allí continuaba en 1698. En 1764 el Padre
Ximénez lo menciona en el Aposento de la Reina «que ahora habitan las Serenísimas
Infantas». Habían pasado a estos aposentos algunos de los lienzos que antes estaban en
las galerías y entre ellos se describe «un Nacimiento de buena invención, María
Santísima vestida de manto azul, muy bizarra y hermosa, San Joseph de buen dibujo y los
pastores y ángeles, executados con destreza. Verdaderamente puede contarse esta pintura
entre las más famosas del Españoleto».
A fines del siglo XVIII, se hizo una
redistribución de las pinturas y muchas cambiaron de emplazamiento según el testimonio
de Ponz. Este viajero nos dice que el Nacimiento de Ribera, que estaba en
Palacio, se había instalado en la Sacristía del coro que daba al Claustro alto del
Convento, describiéndolo con sumo elogio y diciendo que «es tenido, con razón, por de
lo mejor que hizo. No puede llegar a más la verdad de este cuadro. Las cabezas, los
trajes de los pastores, la lana, los pellicos, las ovejas y cuanto hay, es todo verdadero.
Asimismo las bellas luces, contraposición de figuras, hermosa gloria de ángeles y
belleza de Nuestra Señora, el Niño y San José».
[A. E. P. S.] |