El Valido como mecenas

A diferencia de otros muchos nobles de su época, el conde duque fue un hombre cultivado y admirador de las artes. Desde joven, durante los años pasados en Sevilla, ejerció un generoso mecenazgo sobre poetas y artistas. Protegió a los miembros del círculo formado en torno al pintor Francisco de Pacheco, y en la academia que se reunía en su domicilio conoció al poeta Francisco de Rioja, quien se convertiría en su bibliotecario particular. Olivares, reunió una de las mayores y mejores bibliotecas de su tiempo, y siempre la consideró entre los más preciados de sus bienes.

Como mecenas y hombre culto, lo más importante que hizo fue traer a la corte del rey al yerno de Pacheco, Diego Velázquez, que muy pronto consolidaría su puesto en palacio, favorecido por un monarca que, al igual que su valido, sentía verdadera pasión por la pintura. Entre sus mayores éxitos está el haber dado vida al Real Sitio del Buen Retiro, que proclamó la grandeza de Felipe IV mejor que cualquiera de sus hazañas, ya que —ironías del destino—  fueron los pinceles de Velázquez y el Buen Retiro los que proporcionarían a la monarquía esa gloria que Olivares no había podido alcanzar con la política y las armas.