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Madrid, ciudad barroca
La primera gran intervención fue la construcción de una nueva fachada para el Alcázar, en
manos de Juan Gómez de Mora, y la plaza enfrentada a ella. Con esta importante obra que
duró prácticamente todo el reinado de Felipe III (1608-1621), la imagen pública del palacio
oficial del rey, quedaría expresada en la nueva y soberbia fachada barroca. Además, se
firma un pacto definitivo entre la Corona y la ciudad, y se apodera de la villa un espíritu
renovador que afecta a todos los estamentos: se monumentalizan los espacios abiertos
—la construcción de la Plaza Mayor es buena muestra de ello—; se construyen
importantes edificios públicos —como la Cárcel de Corte o la Casa de la Villa—; se
abordan importantes obras de infraestructura, como las traídas de aguas del viaje de
Amaniel; se levantan edificios de viviendas en el centro de la ciudad y, en las afueras,
palacetes de recreo.
El poder de la Iglesia llena el cielo de Madrid de cúpulas, torres y espadañas y, para cerrar
el ciclo, una nueva importante y monumental intervención real, la construcción del Palacio
lúdico y de recreo del Buen Retiro, escenario idóneo para el cultivo y disfrute del arte del
siglo de oro.
Dibujada por Pedro Texeira (1656), la ciudad barroca muestra orgullosa esa imagen
renovada y pujante de la corte de los Austrias, como capital del Imperio y escenario del
espíritu que invade la sociedad.
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