| Biografía del pintor Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, universalmente
conocido como Diego Velázquez, es una de las figuras capitales de la historia de
la pintura. Natural de Sevilla (1599), antes de cumplir los doce años entró de aprendiz
en el taller del pintor Francisco Pacheco, que le inculcó su interés por la mitología y
le transmitió su cultura humanista, y con cuya hija Juana, Velázquez contraería
matrimonio en 1617. Para entonces, Diego de Velázquez se había convertido en un
consumado maestro del naturalismo tenebrista. Gracias a la protección del conde duque de
Olivares, ministro plenipotenciario de Felipe IV, consiguió trasladarse a Madrid en 1623
y fue nombrado Pintor de Cámara del Rey. Consolidó su brillante carrera artística con
la obtención de varios oficios cortesanos y con el ingreso, en 1658, en la Orden de
Santiago, privilegio reservado a la alta nobleza.
Por sus excepcionales dotes artísticas y por su carácter, Diego de Velázquez se ganó
el afecto y la confianza de Felipe IV, que lo envió a Italia en dos ocasiones (1629-1631
y 1649-1651) a fin de adquirir obras de arte para las colecciones reales. Estos viajes
influyeron decisivamente en su evolución artística, pues le permitieron profundizar en
la pintura italiana, lo llevaron a interpretar la realidad en términos de luz y color, y
a dominar la técnica de la perspectiva aérea o atmosférica. Tras una breve enfermedad,
murió en Madrid en agosto de 1660 y fue llorado por el rey y por la corte, que lo despidieron
con un solemne funeral.

Comentario artístico del cuadro
Este retrato formaba parte de la serie de 5
lienzos que presidían la cabecera y los pies del Salón de Reinos, y representaban al
monarca reinante y a su esposa, a los padres del rey y al príncipe heredero, a fin de
establecer la genealogía inmediata de la Corona española.
Diego de Velázquez eligió la fórmula tan
querida por los escultores barrocos del retrato ecuestre con el caballo en
acrobática posición de corveta, es decir, andando sobre sus patas traseras y con los
brazos en el aire. Compuso así una potente y gallarda figura. Vestido con armadura y
traje de gala, empuñando la bengala de general en su mano derecha y dominando con la
izquierda las riendas de su brioso corcel, Felipe IV se nos muestra impasible y de perfil
sobre su regio caballo, interpretado aquí como un trono ambulante. En perfecto
equilibrio, el jinete y su montura se recortan sobre un amplio paisaje serrano de luz
plateada, montes azulados y cielo nuboso, que completan la imagen simbólica de poder,
destreza, buen gobierno y heroísmo propios de la majestad.
Al cuadro original de Velázquez se añadieron
posteriormente dos franjas laterales que ampliaban el tamaño del lienzo. Pueden
apreciarse perfectamente en la reproducción esos añadidos. Para esta exposición se han
suprimido, dentro del espacio virtual del Salón de Reinos, con el objeto de adaptarlos al
tamaño original que tenía este cuadro en el momento de su confección.

Biografía de los personajes
Hijo de Felipe III y Margarita de Austria, nació
en 1605 en Valladolid, donde residía temporalmente la corte. En 1615 se casó con Isabel
de Borbón y en 1621 ascendió al trono. Durante su reinado pretendió restaurar la
autoridad de la monarquía, y para ello se apoyó, sucesivamente, en el conde duque de
Olivares (hasta 1643) y en don Luis de Haro.
Diseñó un programa de reformas, que no llegó a
realizarse, basado en la recuperación económica del Estado mediante la recaudación de
dinero en los territorios de la Corona. Su política estuvo marcada por conflictos
bélicos y sublevaciones. En el exterior, mantuvo guerras y hostilidades con
las Provincias Unidas e Inglaterra, mientras intervenía en la guerra de los Treinta
Años. En el interior, sufrió levantamientos en Vizcaya, Cataluña, Portugal, Castilla,
Nápoles y Andalucía. Tras superar las muertes sucesivas de su hermano, su esposa y su
heredero (1641-1646) contrajo matrimonio con su sobrina Mariana de Austria y gozó, al
final de su reinado, de una relativa tranquilidad, gracias al fin de la guerra en los
Países Bajos (1648) y a la Paz de los Pirineos (1659). Defraudó las esperanzas de sus
coetáneos, pero dio gran impulso a la literatura, el teatro, las bellas artes y las
fiestas como recurso para mostrar la grandeza de su monarquía. Murió en Madrid en 1664.

La obra del autor
Durante su etapa juvenil o de formación, que transcurrió en Sevilla al lado de Francisco
Pacheco (1610-1622), Velázquez siguió los dictados del naturalismo tenebrista:
realizó composiciones sencillas en las que imperaban los tonos ocres y cobrizos, y en las
que plasmaba aspectos de la realidad cotidiana mediante tipos y objetos populares (El
aguador de Sevilla). Su traslado a Madrid, en 1623, y su ingreso en la corte de
Felipe IV marcan una nueva etapa de su evolución, determinada por el contacto directo con
las fabulosas colecciones reales de pintura. Esta circunstancia le permitió estudiar a
los grandes artistas italianos, lo impulsó a abandonar el tenebrismo en favor del
colorido y la luminosidad de la pintura veneciana, y le hizo abordar también temas
mitológicos (El triunfo de Baco).
Su madurez llegaría, sin embargo, en la década
de 1630, como resultado de su relación con el gran maestro Rubens y de sus dos viajes a
Italia. Su técnica se hizo más suelta y ligera, sus tonalidades se tornaron más
claras y ambientales y sus composiciones más armoniosas, en las que logró efectos
luminosos y atmosféricos que revolucionarían el arte de la pintura (Las
Meninas y Las hilanderas). Velázquez pintó obras de todos los géneros
(religioso, paisaje, mitológico, histórico), aunque destacan sus retratos de la familia
real.

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