La obra del autor

Juan Bautista Maíno nació en la pequeña corte del príncipe de Éboli, en Pastrana (Guadalajara), y su infancia transcurrió en un entorno culto y refinado, que debió de despertar su vocación artística. Entre 1600 y 1610 viajó por Italia, y se inició en la pintura como discípulo del clasicista Aníbal Carracci, en cuya academia pudo entablar amistad con Guido Reni. También se interesó por el naturalismo directo y tenebrista de la escuela de Caravaggio, que inspiró sus composiciones y sus efectos de claroscuro, suavizados por el uso de colores más claros.

Según sus coetáneos fue un artista culto, discreto e influyente, cualidades que desarrolló por su linaje, su condición de monje dominico y su vinculación con la cultura toledana y la corte de Madrid. La extraordinaria calidad de sus obras confirma, además, su maestría como pintor, patente en una producción escasa pero de enorme variedad.

Maíno cultivó con éxito el retrato, la mitología, la pintura de historia y los asuntos religiosos, y destacó también como miniaturista. Sus principales obras se conservan en el convento de San Pedro Mártir de Toledo y en el Museo del Prado.