La técnica pictórica de Diego de Velázquez

En el taller sevillano de Francisco Pacheco, pintor modesto pero de una gran cultura y sensibilidad artística, aprendió Diego Velázquez la técnica de la pintura, arte cuya maestría obtuvo —una vez superado el examen reglamentario— en 1617. En el inicio de su carrera el artista se mantuvo fiel a la influencia caravaggesca que imperaba en su ciudad natal, realizando obras con una técnica de factura compacta y minuciosa, contornos muy dibujados y una gama de colores terrosos que respondían perfectamente a las necesidades del naturalismo tenebrista entonces en boga. Su primer viaje a Madrid, en 1622, supuso también un primer giro en su evolución artística, que se caracterizó por el empleo de tonalidades más claras y luminosas y por el uso de una pincelada más suelta y deslavazada, técnica que seguiría desarrollando durante el resto de su carrera artística. Las pinturas de la escuela veneciana, que pudo estudiar en las colecciones reales, así como el contacto con Rubens (1628-1629) renovaron su concepción pictórica y lo impulsaron a ablandar los volúmenes y a aligerar las pinceladas, si bien mantuvo todavía el naturalismo de sus primeros años.

Su primer viaje a Italia (1629-1631) determina la madurez de su estilo por el conocimiento directo de la pintura renacentista y coetánea de Génova, Venecia, Ferrara, Bolonia, Roma y Nápoles, que imprimieron a su estilo una nueva fluidez y una extraordinaria riqueza cromática, y le hicieron profundizar también en la capacidad compositiva de la luz y de la sombra. En su segundo viaje a Italia (1648-1651) su estilo está ya perfectamente definido y, tanto allí como a su regreso, realiza algunas de sus principales obras, que evidencian su inigualable maestría en el dominio de una técnica libre, abocetada y espontánea y en su capacidad para plasmar la cambiante luminosidad de la atmósfera en interiores o al aire libre. A esta última etapa corresponden Las Meninas (1656) y Las hilanderas (1657), obras maestras en las que hizo un uso ejemplar de la perspectiva aérea o atmosférica, y en las que captó el aire existente entre los objetos e interpretó visualmente el movimiento y la instantaneidad.