La obra del autor

Considerado el «pintor de la vida monástica» por excelencia, Zurbarán consagró su vida a la producción de temas religiosos y, especialmente, a la figuración de frailes, subgénero en el que alcanzó una maestría insuperable pese a sus limitaciones en la composición de escenas. Formado en Sevilla, en la tradición naturalista y tenebrista de Caravaggio, mostró una extraordinaria sensibilidad para representar las cualidades plásticas de la realidad material: dignificó los objetos y los ropajes con una solemnidad trascendente y una rotundidad escultórica plena de misterio y de belleza.

Su vinculación casi exclusiva con una clientela monástica determinó su éxito, condicionó su trayectoria y lo supeditó a criterios conservadores que dificultaron la renovación de su estilo y fomentaron la repetición de fórmulas artísticas con fines devocionales. El contacto con Madrid lo indujo a matizar el tenebrismo y a suavizar las formas, pero siempre permaneció fiel a su estilo. Pintor prolífico, sus obras a veces se resienten de la participación del taller. Destacan sus bodegones y los ciclos que realizó en monasterios de Andalucía y Extremadura.