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Los sitios reales
Algunos de ellos eran antiguos cazaderos ya utilizados en la época de los Trastámaras,
como el del Pardo y el de Valsaín; el rey los mejoró y modernizó con gustos importados de
los Países Bajos o Inglaterra que se convirtieron en rasgos característicos de la
arquitectura de los Austrias. En Aranjuez se inició la construcción de una villa de ideal
clásico, pero los esfuerzos estuvieron encaminados más a la ordenación de los jardines y a
la canalización del río Tajo que a cuestiones arquitectónicas.
De todas formas, la gran herencia arquitectónica fue el monasterio de El Escorial, donde
sobre la base de una rigurosa estructura, se realizaría un complejo programa que incluía,
además de los palacios del rey y de la corte, la basílica, el convento, el colegio y la
biblioteca. No es difícil concluir hasta qué punto los elementos característicos de cada
uno de estos Sitios Reales (el jardín, el bosque, el patio, el agua, distribuidos por la sierra
madrileña) no fueran precedentes de lo que, años después, Felipe IV construyera en el
Palacio del Buen Retiro de Madrid.
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