El clero

El clero que, durante este período aumentó considerablemente en número, individual y colectivamente, poseía una enorme masa de bienes que se encontraban desigualmente repartidos, ya que existían notables diferencias entre las distintas sedes episcopales. Los altos cargos estaban destinados a la nobleza e incluso a miembros de la propia familia real (segundones y bastardos), que servían al monarca en materias políticas. Los canónigos y beneficiados, que provenían de familias de media y baja nobleza locales, llevaban una vida acomodada e independiente. En cuanto al clero regular, los jesuitas consolidaron su posición en la corte como confesores reales y en la enseñanza de las clases privilegiadas; los franciscanos eran la orden más numerosa y popular y las órdenes mendicantes, tenían en principio un cariz más popular y abierto.