El rey Felipe IV
¿Qué representa el rey?

En la era del absolutismo el monarca aparecía como Dios en la tierra para ser reverenciado y adorado, en una estrecha identificación entre trono y altar. Para los españoles de la época, tan sólo el especial favor de Dios podía haber otorgado a su rey tantos dominios y haberle concedido un imperio de unas dimensiones sin precedentes, en el que nunca se ponía el sol.

La grandeza histórica de España tenía un sentido de misión global, concebido en términos religiosos y dinásticos por igual, y la supremacía del rey era considerada como algo fuera de discusión. La imagen de un rey justo, remoto pero asequible siempre que fuera necesario, proporcionaba la precisa válvula de escape en sociedades sometidas a explotación social y económica y a abusos administrativos. El grito colectivo en momentos de graves crisis era «¡Viva el rey y muera el mal gobierno!».

Biografía de Felipe IV

Hijo de Felipe III y Margarita de Austria, nació en 1605 en Valladolid, donde residía temporalmente la corte. En 1615 se casó con Isabel de Borbón y en 1621 ascendió al trono. Durante su reinado pretendió restaurar la autoridad de la monarquía, para lo que se apoyó, sucesivamente, en el conde duque de Olivares (hasta 1643) y en don Luis de Haro.

Diseñó un programa de reformas, que no llegó a realizarse, basado en la recuperación económica del Estado mediante la recaudación de dinero en los territorios de la Corona. Su política estuvo marcada por conflictos bélicos y sublevaciones. En el exterior mantuvo guerras y hostilidades con las Provincias Unidas e Inglaterra, mientras intervenía en la guerra de los Treinta Años. En el interior, sufrió levantamientos en Vizcaya, Cataluña, Portugal, Castilla, Nápoles y Andalucía. Tras superar las muertes sucesivas de su hermano, su esposa y su heredero (1641-1646) contrajo matrimonio con su sobrina Mariana de Austria y gozó, al final de su reinado, de una relativa tranquilidad, gracias al fin de la guerra en los Países Bajos (1648) y a la Paz de los Pirineos (1659). Defraudó las esperanzas de sus coetáneos, pero dio gran impulso a la literatura, el teatro, las bellas artes y las fiestas  para mostrar la grandeza de su monarquía. Murió en Madrid en 1664.

Felipe IV como mecenas

Gracias a las cualidades innatas de Felipe IV —elegancia y dignidad, inteligencia y sensibilidad artística—; a una esmerada formación intelectual trazada por el conde duque —aprendizaje de idiomas (francés, italiano y portugués), lecturas históricas, clásicas y modernas, de geografía, etc. — y a las inclinaciones personales que desde muy joven mostró hacia la música, el teatro, la literatura, y por supuesto —al igual que otros tantos miembros de su familia— hacia la pintura, este monarca cumplió con el cometido de ser el «príncipe de los mecenas».

A lo largo de diez años formó una biblioteca particular que contenía 2.234 volúmenes, agrupados en cuarenta apartados; tradujo al castellano dos tomos de la historia de Italia de Guicciardini, trabajo del que siempre se sentiría orgulloso; aprendió teoría y práctica musical, dirigiendo sus propias composiciones; aumentó la colección real de pintura durante su reinado, con obras tanto antiguas como modernas, en más de 2.000 cuadros; y construyó un magnífico Sitio Real, escenario idóneo para el cultivo, disfrute y deleite de la belleza de las artes: el Palacio del Buen Retiro de Madrid.

Árbol genealógico de los Habsburgo