| Las colecciones del Palacio
del Buen Retiro Breve
explicación
La sobriedad arquitectónica del Real Sitio del
Buen Retiro contrastaba con los tesoros artísticos que resplandecían dentro del palacio.
Unos como la magnífica escultura de Carlos V venciendo a la Herejía, obra de León
Leoni procedían del Alcázar o de otros fondos de las colecciones reales, en su
mayoría pinturas, muebles y esculturas traídas de Aranjuez o de Valladolid; otros
como la estatua ecuestre de Felipe IV, fundida en bronce por Pietro Tacca, o los
ciclos pictóricos del Salón de Reinos se encargaron a propósito; otros muchos
fueron regalados por los miembros de la aristocracia y la nobleza, deseosos de agradar al
monarca o impelidos a hacerlo por razones políticas, y otros más se compraron en Europa
para embellecer y magnificar esta nueva residencia de la monarquía española.
A diferencia de otros lugares de recreo temporal,
el Retiro gozó de una predilección regia, un significado político y una vecindad con
Madrid que lo obligaban a estar siempre amueblado y dispuesto: Felipe IV venía aquí
frecuentemente, y sus fiestas, saraos, recepciones y audiencias formaban parte de un
programa áulico de exaltación que necesitaba de las joyas y de las obras de arte para su
desarrollo. Consciente de ello, Olivares orquestó una frenética campaña de adquisición
de objetos suntuarios dentro y fuera de España, que se integraron en el Retiro como
elemento esencial del mismo. Sin duda, la nueva colección contribuyó a proclamar la
grandeza de Felipe IV, un soberano que entendió el mecenazgo artístico como un deber
político, un instrumento ideológico y un íntimo placer.
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