Las celebraciones

La profunda religiosidad popular daba lugar a un crecido número de celebraciones en las cuales no se podía establecer claramente la frontera entre lo sagrado y lo profano, ni si estaban dedicadas al pueblo o a la corte, ya que disfrutaban todos juntos del espectáculo. Además, el carácter bullicioso de los españoles, la desgana de trabajar y la devoción mal entendida, contribuyeron a aumentar los días feriados, de tal suerte que algún año los días de labor sólo llegaron a ciento. A los domingos había que agregar las Pascuas, vísperas y fiestas de patronos y parroquias, octavas, novenas, procesiones, autos de fe, canonizaciones, Semana Santa, Corpus Christi. En realidad, todo era ocasión y pretexto para divertirse y utilizar la religión como principal escudo.