Iglesia y religión
Influencia de la religión en la vida pública

Es conocido el papel protagonista que ocupaba la religión en la vida cotidiana de la época, desde los estratos más altos hasta los más bajos de la sociedad. Se calcula que hubo un aumento del 50 por 100 de personas en el estamento eclesiástico, el cual alcanzó un gran poder económico, político y social. Conventos, iglesias y fundaciones religiosas surgieron por toda la villa y el culto propio de la época barroca, suntuoso y solemne, era practicado por todos diariamente. Los sermones eran espectaculares, en cierta forma teatrales, y la fama del orador sagrado, del predicador, constituía un fenómeno social.

Las procesiones, como manifestación externa del culto, adquirieron gran relevancia, y la ciudad entera participaba en ellas. Estaban relacionadas con cofradías, devociones, y celebraciones de muy distinta índole. Todo ello dio lugar a una importante demanda del arte religioso en todas sus vertientes: arquitectura, escultura, pintura y artes menores.

Influencia de la religión en la vida política

La religión sirvió a la dinastía de los Habsburgo y a sus gobernantes como el mejor escudo y argumento para los principales movimientos políticos: en América, la cristianización de los indios, y en Europa, la lucha contra los infieles y herejes. La España de los Austrias tenía un deber: preservar, defender y propagar la fe, actuando como el brazo derecho de la Iglesia. Este sentido de misión global se completaba con una estrecha identificación entre trono y altar; el gobernante de España era el portaestandarte de la causa de Dios y sus apariciones públicas estaban en su mayor parte vinculadas a ocasiones religiosas, tales como la asistencia a misa o a autos de fe y a la participación en procesiones religiosas.

También se subrayaba la especial relación entre Dios y el rey en el estilo oficial de arquitectura cortesana inspirada por El Escorial, parte palacio, parte iglesia, parte monasterio. El Palacio del Buen Retiro es una buena muestra de ello. Esta constante alusión a los lazos sagrados que ligaban a Dios y al rey parece tener un doble propósito: ante el mundo lo presentaba como el más católico de los reyes, y en la propia España proporcionaba un importante factor de cohesión política y social. Iglesia y rey eran los dos únicos elementos comunes en la dispar y fragmentada monarquía española, y la uniformidad religiosa, que el rey, la Iglesia y la Inquisición se encargaban de mantener, era garantía para un continuado orden y estabilidad políticos.

Corrientes religiosas

La religiosidad barroca, ostentosa y formalista, atenta a su manifestación exterior, tuvo en el desarrollo del culto a la Virgen y los santos una excelente plasmación. La defensa del dogma de la Inmaculada Concepción se convirtió en una peculiaridad española, defendida oficialmente por los monarcas y por las autoridades. Frente al debate y la Reforma religiosa que hubo en el siglo XVI, se viven unos momentos de relativos acuerdos en los que se ve el triunfo de la pedagogía tridentina. La labor de ésta se centra en cuestiones disciplinares del clero, en el incremento de la formación cristiana del pueblo y en la uniformación de la liturgia.

Las nuevas canonizaciones de santos españoles que habían vivido en el siglo anterior (Santa Teresa, San Francisco Javier, San Ignacio de Loyola, 1622) dieron lugar a una explosión de fervor religioso y nacional. El modelo de santidad barroca, que hacía hincapié en las virtudes ascéticas y el culto barroco de los santos, dio lugar en ocasiones a verdaderos excesos a pesar del control y la censura que ejercía la Inquisición, la cual contribuyó, con su singular pedagogía del miedo, a la cristianización de amplias masas de la población.