Las ermitas


Entre los atractivos de los jardines del Buen Retiro, junto a sus estanques, arboledas y huertas, la leonera y la pajarera, los canales y sus fuentes, debemos recordar que contaba con una serie de ermitas construidas en la década de los treinta del siglo XVII. El proyecto no era novedoso, ya que los jardines de la villa de Lerma, del monasterio catalán de Montserrat, o del Palacio de Aranjuez, poseían conjuntos de oratorios y capillas, como los que se iban a construir en Madrid.

Su arquitectura no era muy rica, y al igual que en el Palacio predominaba el ladrillo en los muros, la piedra en las molduras de puertas y ventanas, y la pizarra en los chapiteles de los tejados; sólo la de San Pablo presentaba un aspecto más recargado, en su fachada, al hacerse eco de modelos italianos, ya que el responsable de su construcción parece que fue Giovanni Bautista Crescenzi. Sus interiores, más suntuosos, estaban decorados con altares, esculturas y pinturas, y en la anteriormente citada estuvo colgado el cuadro de Velázquez de San Antonio Abad y San Pablo Ermitaño.

No sólo eran lugares de culto retirado, provistos de su propio parque, para acentuar el carácter romántico de los jardines, sino también focos de vida profana, donde se celebraban reuniones, festejos, recepciones, banquetes oficiales o bucólicas meriendas de campo. En la ermita de San Isidro, un estanque adyacente permitía la práctica de la pesca; en la de San Juan, donde había una biblioteca, residía el alcaide del Palacio y, en ocasiones, el conde duque de Olivares; en las de Santa María Magdalena y San Bruno se organizaron meriendas y representaciones teatrales; la de San Antonio contaba con un foso navegable, etc.