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Comentario artístico del cuadro Escoltada por los retratos simétricos de sus regios progenitores (Felipe IV e Isabel de Borbón), la imagen heroica e infantil del heredero al trono simbolizaba la continuidad de la monarquía española y la sucesión del glorioso linaje de Hércules. Diego Velázquez tuvo en cuenta la ubicación de este lienzo en alto como sobrepuerta y realizó ciertas correcciones ópticas en la anatomía del caballo, que percibimos hoy como deformidad al contemplar la obra desde un ángulo distinto al original. El artista se superó a sí mismo para componer uno de los retratos infantiles más bellos y conmovedores de la historia de la pintura, en el que conjugó hábilmente la fragilidad del pequeño Príncipe de Asturias, vestido de negro, oro y rosa, con la dignidad propia de su rango, manifiesta en la gravedad de su pose y en el violento escorzo de su caballo en corveta. El dilatado fondo de paisaje y la atmósfera plateada que baña la escena completan esta obra maestra del Museo del Prado, realizada hacia 1635-1636. |