El caballo de bronce

Bajo este nombre fue comúnmente conocida la estatua ecuestre de Felipe IV, hoy ubicada en la Plaza de Oriente de Madrid, desde que en 1642 fue colocada en los jardines del Palacio del Buen Retiro.

Su artífice fue el famoso broncista florentino Pietro Tacca, escultor que años antes había realizado la escultura de Felipe III a caballo que preside la Plaza Mayor de la capital de España, aunque originalmente fue colocada en 1616 en la Casa de Campo.

El alarde compositivo de la escultura, al encontrarse el caballo encabritado por expreso deseo del conde duque de Olivares, y apoyado exclusivamente en sus dos patas traseras, hace que nos hallemos ante un proyecto único, ya que que en ninguna corte europea, hasta la fecha, se había conseguido semejante atrevimiento técnico. Su realización fue posible gracias al difícil equilibrio conseguido entre los puntos de apoyo de la estatua y la distribución de los pesos de la misma. Parece que el responsable del estudio físico-matemático del conjunto escultórico fue el gran científico Galileo Galilei.

Terminada en Florencia, tardó casi dos años en llegar a su destino. Una vez en Madrid, no gustó el retrato que había realizado el artista florentino por su escaso parecido con el rostro de Felipe IV, a pesar de que tuvo a su disposición cuadros de Rubens y un busto modelado por el escultor sevillano Juan Martínez Montañés para la realización de la escultura del soberano. Finalmente se encargó a su hijo, Ferdinando Tacca, la realización de una nueva efigie, lo que explica su menor calidad frente al resto de la obra.

Conseguido el dinero para su instalación en el palacio, mediante la venta de las frutas y verduras cultivadas en las huertas del Buen Retiro, fue colocada en el Jardín de la Reina, y allí estuvo hasta que fue llevada a su emplazamiento actual en 1844.