Escultura
La escultura en el Buen Retiro

La escultura fue otra de las protagonistas de la empresa artística del Buen Retiro. Su presencia en el Palacio fue muy importante, ya que fue utilizada para decorar no sólo nobles interiores, sino también jardines, plazas y ermitas. Aunque la relación de obras escultóricas allí compiladas no llegó a la magnitud que adquirió la colección de pintura, no faltaron muestras de primerísima calidad.

El origen de las obras fue muy variada. Algunas procedían de las propias colecciones reales, y así en 1634 se solicitó al alcaide del Palacio de Aranjuez el envío de un conjunto de treinta y nueve esculturas, encabezado por la estatua de Carlos V Vencedor de la Herejía, comúnmente conocida como Carlos V y el Furor, de los escultores Leone y Pompeo Leoni. Al año siguiente se enviaron desde la misma casa de Aranjuez treinta y siete piezas, y desde el Alcázar madrileño también se mandó otro lote, bajo la dirección de Juan Gómez de Mora. El tamaño de las mismas era variado, y junto a estatuas, bustos y retratos reales, no faltaban estatuillas, relieves y medallas antiguas, o incluso réplicas de obras grecorromanas.

Igualmente llegaron colecciones desde el exterior, como la serie de los Siete Planetas de Jacques Jonghelinck, enviada en 1637 por el hermano de Felipe IV, el cardenal infante don Fernando. Conjunto de esculturas, de gran tamaño, fundidas en bronce y actualmente conservadas en el Palacio Real de Madrid.

Además de la escultura del pasado, no faltaron proyectos encargados ex profeso para el Buen Retiro. Junto a la labor decorativa de fuentes, chimeneas, altares de ermitas etc. es necesario destacar el conjunto de doce leones de plata encargados al platero Juan Calvo en 1634 para el Salón de Reinos, y fundidos nueve años más tarde ante la necesidad de conseguir fondos para la guerra. Sin duda, la empresa escultórica más interesante de las llevadas a cabo, fue la realización por Pietro Tacca de la Estatua ecuestre de Felipe IV, comúnmente conocida como el Caballo de bronce; obra maestra en su género, por ser la primera de Europa que presentaba al caballo encabritado y apoyado solamente sobre sus dos patas traseras.

Los escultores del Buen Retiro

Muy numerosos fueron los trabajos de escultura realizados en el nuevo Palacio del Buen Retiro, aunque en un alto porcentaje sólo tenían un valor decorativo (fuentes del jardín, decoración arquitectónica, chimeneas, altares de ermitas...), lo que hace que la escultura ocupe un segundo plano frente a los grandes conjuntos pictóricos coleccionados y proyectado para el Palacio (el Casón, el Salón de Reinos, Pieza de los Bufones... ). Ello explica que frente a la espectacular relación de pintores (Ribera, Velázquez, Zurbarán, Maíno, Claudio de Lorena, Rubens, Carducho, Poussin, Stanzione, etc.) cuya obra estaba presente en el proyecto del Buen Retiro, la de los escultores sea mucho más modesta.

No faltan nombres capitales de la historia de la escultura, como el de Leone y Pompeo Leoni, cuya obra de Carlos V vencedor de la Herejía fue puesta en el centro de la plaza del Emperador, o el de Jacques Jonghelinck, cuya serie de los Siete planetas fue enviada desde Flandes por el Cardenal Infante en 1637, o el del broncista florentino, Pietro Tacca, artífice de la famosa estatua ecuestre de Felipe IV, conocida como el Caballo de bronce, y en cuyo diseño intervino Galileo Galilei.

Más numerosa era la lista de escultores encargados de obras más secundarias. Muchos de ellos intervinieron anteriormente en otros proyectos de la Corte, como el conjunto de artífices, principalmente italianos, que bajo la dirección de Giovanni Battista Creszenci, habían trabajado en el Panteón Real del monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Entre ellos encontramos a Bartolomeo Zumbigo, Giacomo Semeria, Giovanni Antonio Ceroni, Pietro Gatti, Diego de Viana, etc. nombres que aparecen vinculados en la realización de fuentes, chimeneas, trabajos en las ermitas de los jardines, etc. Relación que puede ampliarse con otros artífices: Pedro Tapia, Juan Garrido, Francisco Limón, o Juan Calvo; orfebre platero, éste último, que recibió el encargo de fundir una docena de leones de plata para el Salón de Reinos.

Carlos V venciendo a la Herejía

Comúnmente conocida como Carlos V y el Furor según la inscripción latina que recorre su pedestal, se trata de una magnífica escultura realizada en bronce y, tal como consta en la firma y fecha que aún conserva su base, fue realizada por Leone y Pompeo Leoni, y finalizada en el año de 1564.

En 1634 se ordenó al alcaide del Palacio de Aranjuez que enviase al Buen Retiro un lote de 39 esculturas, encabezado por esta mítica obra de los Leoni, que se encontraba en sus jardines desde que, en 1622, fue allí trasladada desde el alcázar madrileño. La relevancia que fue adquiriendo el Buen Retiro frente a la residencia de la vega del Tajo, que quedó relegada a un segundo plano como casa de campo, explica su posterior traslado al nuevo Palacio madrileño. Aquí alcanzaría un gran protagonismo al presidir el llamado Patio del Emperador; sólo la estatua ecuestre de Felipe IV, ejecutada por Pietro Tacca, la superaría en importancia.

Allí debió permanecer hasta finales del siglo XVIII, momento en el que fue trasladada al Palacio de Buenavista, residencia por aquel entonces del ministro de Carlos IV, Godoy. Tras el motín de Aranjuez de 1808, fueron encautados los bienes de dicho personaje, y dos años después la escultura pasó a coronar la fuente de la plaza de Santa Ana. En 1825 quiso el destino que volviese a su antigua morada del Buen Retiro, y desde 1830, tras la inauguración de la Galería de Escultura del Museo del Prado, forma parte de las colecciones de la pinacoteca madrileña.

En ella se representa a Carlos V, vestido a la romana, sujetando una lanza con su mano derecha y un alfanje con la otra. A sus pies aparece una inquietante personificación del Furor, apoyado sobre un montón de armas que definen la base circular de todo el conjunto escultórico. El emperador viste una exquisita armadura, fundida por separado, y que al retirarse sin problema alguno, muestra la estatua completamente desnuda. La composición de la escena, el impecable trabajo de la fundición, el detallismo y la pulcritud de todos sus elementos, etc. convierten a esta escultura de los Leoni, en una de las obras cumbres de la escultura del Renacimiento italiano en España.

El caballo de bronce

Bajo este nombre fue comúnmente conocida la estatua ecuestre de Felipe IV, hoy ubicada en la Plaza de Oriente de Madrid, desde que en 1642 fue colocada en los jardines del Palacio del Buen Retiro.

Su artífice fue el famoso broncista florentino Pietro Tacca, escultor que años antes había realizado la escultura de Felipe III a caballo que preside la Plaza Mayor de la capital de España, aunque originalmente fue colocada en 1616 en la Casa de Campo.

El alarde compositivo de la escultura, al encontrarse el caballo encabritado por expreso deseo del conde duque de Olivares, y apoyado exclusivamente en sus dos patas traseras, hace que nos hallemos ante un proyecto único, ya que que en ninguna corte europea, hasta la fecha, se había conseguido semejante atrevimiento técnico. Su realización fue posible gracias al difícil equilibrio conseguido entre los puntos de apoyo de la estatua y la distribución de los pesos de la misma. Parece que el responsable del estudio físico-matemático del conjunto escultórico fue el gran científico Galileo Galilei.

Terminada en Florencia, tardó casi dos años en llegar a su destino. Una vez en Madrid, no gustó el retrato que había realizado el artista florentino por su escaso parecido con el rostro de Felipe IV, a pesar de que tuvo a su disposición cuadros de Rubens y un busto modelado por el escultor sevillano Juan Martínez Montañés para la realización de la escultura del soberano. Finalmente se encargó a su hijo, Ferdinando Tacca, la realización de una nueva efigie, lo que explica su menor calidad frente al resto de la obra.

Conseguido el dinero para su instalación en el palacio, mediante la venta de las frutas y verduras cultivadas en las huertas del Buen Retiro, fue colocada en el Jardín de la Reina, y allí estuvo hasta que fue llevada a su emplazamiento actual en 1844.