Biografía de Calderón de la Barca

Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), autor inmortalizado por sus metáforas de la vida como sueño y del mundo como teatro, nació con los primeros días del siglo XVII. En el momento de la inauguración del Palacio del Buen Retiro ya había triunfado en el teatro público de los corrales de comedias, recibido los elogios de Lope de Vega en su Laurel de Apolo, y trabajado en teatro cortesano y de autos sacramentales. Y eso por no hablar de su vida pendenciera y turbulenta: soldado en Flandes y Cataluña, transgresor de recintos sagrados por motivos de venganza, padre confeso de un hijo natural... y observante capellán durante sus últimos veinte años.

En 1635, el año de La vida es sueño, nombraron a Calderón de la Barca director de las representaciones palaciegas. Si bien no fue, como es lógico, el único proveedor de obras para la representación en la corte del Buen Retiro, puede calificarse al autor como «el dramaturgo de Palacio». Se sabe que a partir de 1651 Calderón dejó el teatro público, de corral, para dedicarse en exclusividad a producir obras de Palacio y autos que, pese a ello, se representaron también fuera del ambiente cortesano.

Dos de las obras de Calderón de la Barca que se vieron por entonces en Palacio fueron La fábula de Dafne (1635) y Los tres mayores prodigios (1636). En ambas la escenografía alcanzaba altos grados de complejidad, con tramoyas y escenarios cambiantes que hacían necesaria la construcción de complicadas y costosas maquinarias. En el caso de Los tres mayores prodigios, toda una fiesta que se representó en tres escenarios (un acto para cada uno de ellos con una compañía diferente), en uno de los patios del Palacio la noche de San Juan, se trataron tres episodios mitológicos. Estas tres jornadas, escenarios de tres «prodigios» interrelacionados, se situaban en Asia, Europa y África y tenían respectivamente como protagonistas a los tres héroes Jasón, Teseo y Hércules, figura ésta última muy vinculada por otras razones a la monarquía hispánica y al Salón de Reinos.

Aunque en la obra la figura de Hércules está tratada con otro sentido del que se le da en la serie de cuadros de Zurbarán, es interesante su imagen como representación de los celos en el contexto del concepto barroco del honor. Leeremos un fragmento en el que Hércules, en el comienzo de la tercera jornada, sorprende a un grupo de villanos habitantes del monte Oeta y ellos huyen asustados. Tras detenerlos, les refiere sus problemas y les pide, atormentado por los celos, información sobre el centauro Neso, al que persigue por haber raptado a Deyanira.

Calderón de la Barca puso en escena también El sitio de Breda, y la escena final de esta obra, en la que se representa la entrega de llaves tras la rendición, da vida a la conversación que se adivina, al contemplar el cuadro de Diego de Velázquez, entre los dos personajes principales: el vencido defensor, Justino de Nassau, y el marqués Ambrosio Spínola.