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Imperio español Carlos I de España adquirió el título de Sacro Emperador Romano
como Carlos V en 1519 aunque, para el pueblo español, su monarca no era un emperador sino
un rey. Este rey gobernaba sobre un conjunto de territorios conocidos como la «monarquía
española» y que estaba constituido por: la propia España, las posesiones del rey en
Italia y en el norte de Europa, los territorios americanos, conocidos por los españoles
como «las Indias». El imperio estaba en proceso de convertirse en global, y esta
evolución se puede trazar mediante una serie de fechas: en la década de 1490 y los
primeros años de la de 1500, la conquista del Caribe; en la década de 1520, la conquista
de México; en la década de 1539, la conquista de Perú; en la de 1560, las Filipinas, y
en 1580, la anexión de Portugal y consiguiente adicción del África portuguesa, el
Lejano Oriente y Brasil. Desde ese mismo instante en el imperio del rey de España no se
ponía, efectivamente, el sol.
Hay que entender que el deber y la responsabilidad de la corona y la clase dirigente
desde Castilla era defender y extender la fe, conducir a una forma de vida civilizada y
cristiana e identificar su causa con la de Dios, Carlos V y Castilla. El reto mismo del
imperio, era gobernar unos territorios muy distantes. Para ello se desarrolló una fuerte
estructura burocrática y una clase administrativa profesional, y se produjo una forma de
gobierno basada en el papel y la tinta, de una escala hasta entonces desconocida. Así, la
España de Felipe II se convirtió en el estado más avanzado en la Europa del XVI, y
Madrid el lugar desde donde se podía gobernar el mundo entero.

Relaciones con Europa
«El poder conquista, la sabiduría conserva», (Giovanni Botero, 1589). De este
corolario fueron especialmente conscientes los dos Felipes herederos del imperio español
en el siglo XVII, ya que su máxima responsabilidad fue mantener intacta tan preciada
herencia. El reinado de Felipe III se distinguió por un clima favorable de paz, necesario
tras los esfuerzos a que había sido sometido el país en el reinado anterior.
A la llegada del nuevo rey y el cambio de régimen, los conflictos europeos se
multiplicaron, lo que exigió una presencia activa en todos los territorios encaminada a
resguardar los intereses, el prestigio y la reputación de la monarquía. Los conflictos
de la Valtelina, del Palatinado, la tensión con Inglaterra y Francia, y sobre todo la
guerra en Flandes, reanudada al finalizar la tregua de los Doce años, dibujaban un
panorama problemático.
Los primeros años se saldaron en general de forma favorable: 1625 fue crucial. A la
invasión francesa de Italia se respondió con el envío de una armada de socorro a
Génova; la guarnición holandesa de Bahía se rindió en Brasil; se rechazó un ataque
inglés sobre Cádiz y se consiguió una de las victorias más espectaculares del reinado:
la toma de Breda, plaza fuerte de Flandes. Pero los asuntos de Flandes e Italia se fueron
complicando y al final degeneraron en una guerra abierta contra Francia. La hacienda
española estaba cada vez más agotada, el país empobrecido, desmoralizado, y el proyecto
de Olivares de la Unión de Armas fue un fracaso. Este último proyecto originó un
levantamiento de Cataluña y Portugal, y trajo la consiguiente caída del conde duque en
1643. Tras varios años de negociaciones se alcanzó un acuerdo para Centroeuropa con la
firma del tratado de Westfalia. Pero continuaba la guerra con Francia, que retenía
Cataluña e impedía una acción decisiva contra Portugal. Por fin, en 1658, se firma la
paz de los Pirineos con Francia y, aunque supone la pérdida del Rosellón, la Cerdaña y
algunas plazas de Flandes, todo se da por bueno. La toma de Lisboa resultó un fracaso y,
tras la batalla de Villaviciosa, la reunificación de los dos reinos de la península
resultó un sueño irrealizable.

Relaciones con las Indias
La dinastía de los Habsburgo tuvo que enfrentarse, como soberana del imperio de las
Indias, con los problemas de un gobierno a larga distancia de unos territorios con una
dimensión nunca antes conocida. Las grandes posesiones de ultramar implicaron cuantiosos
beneficios, pero también, grandes gastos de hombres, económicos y de reputación. Es a
través de las hazañas en el Nuevo Mundo donde surgió lo que se conoce como la «leyenda
negra» del pueblo español.
El ejercicio de gobierno diseñó una estructura administrativa que intentaba permitir
la conexión entre el centro de la monarquía hispánica y el lejano mundo. El rey estaba
representado por un virrey, mientras que los territorios estaban representados ante el rey
por consejos compuestos por portavoces de aquellos territorios, que recibían información
y mandaban órdenes a los virreyes. A esto se añadía un sistema judicial que actuaba
como control de los virreyes, por medio del cual cada uno de los territorios tenía su
tribunal de jueces, conocido como «la audiencia». Este tribunal era responsable de
administrar la justicia y controlar a los virreyes. El sistema, que funcionaba
relativamente bien, dio lugar a la proliferación de funcionarios. El gobierno necesitaba
secretarios para redactar los reglamentos, escribanos para transcribirlos y una multitud
de oficiales menores para asegurar su cumplimiento. Todo esto requería una inmensa
burocracia que había que reclutar y preparar, lo que trajo como consecuencia una gran
expansión del sistema educativo español. Fueron los letrados al servicio del gobierno
los que realmente mantuvieron unida la monarquía. Toda su carrera estaba dedicada al
servicio de la corona, y podían ser trasladados a cualquier parte del mundo si el rey
así lo ordenaba.
De todo este entramado, Madrid era la capital burocrática y Sevilla la capital
comercial, consecuencia de las demandas económicas del imperio y sus transacciones con el
Nuevo Mundo.

Las batallas de la época
1618-1648
Guerra de los Treinta Años (rendición de Breda, 1625)
Comienza como conflicto religioso y termina siendo una lucha por la hegemonía
europea. Confluyen en ella las tensiones existentes entre las naciones católicas y las
protestantes, entre los representantes de los estados territoriales y los príncipes,
entre las ciudades imperiales y el emperador, entre los Habsburgo y la dinastía francesa.
Pretexto de la guerra: las luchas intestinas de la casa de los Habsburgo.
1648
Paz de La Haya
España reconoce a la nueva República en Westfalia.
1628
Guerra de Mantua-Monferrato
Guerra de sucesión en estos territorios italianos entre los Habsburgo y Francia.
Richelieu ocupa La Rochela, enclave hugonote en Francia.
1630-31
Motines en Vizcaya
Contra la leva de soldados y el estanco de la sal.
1628
Los holandeses se apoderan de la flota de Nueva España en Matanzas (Cuba) infligiendo
una pérdida de cuatro millones de escudos, lo que hace cundir en Flandes la impresión de
un desastre inminente, con las flotas de Dunkerque y Ostende paralizadas. El botín
permite a Federico Enrique de Orange-Nassau, tercer estatúder de las Provincias Unidas,
la formación de un formidable ejército mercenario de 2.400 infantes y 4.000 jinetes.
1634
Olivares entra en conflicto con los catalanes.
1640
En Barcelona, como reacción al proceso de centralización y a los desmanes de los
soldados estacionados en Cataluña, Corpus de Sangre (jornada de los segadores): la
multitud asesina al virrey Santa Coloma. Levantamientos en Lérida, Balaguer, Tortosa y
Gerona: comienza la guerra de Cataluña (que durará 12 años).
1641
Tras la derrota de las tropas de Felipe IV en Montjuïc, Luis XIII es proclamado conde
de Barcelona.
1642
Las tropas de Felipe IV asedian Lérida. Los franceses ocupan Perpiñán y se apoderan
de la totalidad del Rosellón.
1644
Felipe IV recupera Lérida, donde jura los fueros catalanes. Dan comienzo en Münster
y Osnabruck las negociaciones de paz entre el Imperio, Francia y Suecia. Al margen de
estas negociaciones, Felipe IV hace llegar a París una propuesta secreta para una
solución bilateral que Mazarino rechaza.
1652
Juan José de Austria ocupa Barcelona. El príncipe Condé, personaje destacado del
movimiento de la Fronda francesa, se pasa al servicio de la monarquía española.
Rendición de Barcelona: fin de la guerra de Cataluña. No son suprimidos los fueros.
1653
La Generalitat de Cataluña reconoce a Felipe IV, quien confirma los fueros catalanes.
1635
Tratado de París, por el que Francia y las Provincias Unidas acuerdan el reparto de
los Países Bajos.
1636
Los franceses ocupan Guadalupe y Martinica.
1641
Movimiento secesionista en Andalucía dirigido por el marqués de Ayamonte, cuya
corona pretende el duque de Medina-Sidonia (hermano de la duquesa de Braganza). 1656:
Batalla de Badajoz.
1637
Tumultos en Portugal: motín de Évora.
1639
La rebelión portuguesa proclama rey de Portugal al duque de Braganza (Juan IV).
1640
Rebelión de Portugal. Los conspiradores detienen a la gobernadora de Portugal,
Margarita de Saboya, y estalla en todo el país un motín popular.
1647
Sublevación de Nápoles, donde los rebeldes proclaman la república y Mazarino
pretende colocar un rey títere.
1648
Paz de Westfalia entre el emperador, los príncipes alemanes, Suecia y Francia: fin de
la Guerra de los Treinta Años. Un acuerdo anexo establece el reconocimiento formal
español de la soberanía de las Provincias Unidas.
1655
Francia ocupa el occidente de Haití
1655
Inglaterra ocupa Jamaica y bloquea las costa meridionales españolas.
1647
Tras la derrota española en Lens se firma la Paz de Westfalia (1648).
1659
Paz de los Pirineos: pérdida de Artois, Rosellón y Cerdaña; fin de la guerra con
Francia (1648-1659) que pasa a ser la primera potencia. Se redistribuyen los territorios
entre ambas coronas, por lo que Luis XIV renuncia a proseguir su ayuda a la causa
portuguesa.

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