El agua


El líquido elemento, en fuentes, fosos, ríos artificiales, canales y estanques, constituía uno de los atractivos más placenteros de los jardines del Buen Retiro. Resultaba indispensable que, en un palacio concebido como una gran casa de campo, junto al deleite de los sentidos, producido por las colecciones de arte allí reunidas, se pudiera disfrutar de una naturaleza amable y domesticada.

Entre los siete u ocho estanques con los que contaba el jardín, destacaba uno de ellos por su enorme tamaño: el Estanque Grande que, aunque reformado, todavía se conserva. Terminado en 1637, además de ser el gran atractivo de los jardines, constituía un enorme depósito de agua de una compleja red hidráulica, necesaria para el funcionamiento de las fuentes y otros artificios acuáticos, que resultaba indispensable para el regadío de árboles y huertas. En él, además de organizarse excursiones en barca, naumaquias o batallas navales entre flotas en miniatura y regatas, se construyeron seis pescaderos desde los que se podían echar las cañas para pescar sus abundantes peces.

Las albercas y estanques estaban conectados mediante canales, entre los que destacaba el llamado Río Grande, concluido en 1639. Semejante red fluvial permitía la navegación en pequeñas galeras construidas a imitación de las de verdad, o en exuberantes góndolas traídas de Italia, como aquella docena que regaló ese mismo año desde Nápoles, el duque de Medina de las Torres, y que causaron gran admiración por la rica labor de oro, plata, bronce y cristal desplegada en cada una de ellas.