Defensa de Cádiz contra los ingleses
Francisco de Zurbarán
Biografía del pintor

Hijo de un comerciante, Francisco de Zurbarán nació en Fuente de Cantos (Badajoz) en 1598. De los 16 a los 19 años trabajó como aprendiz en el taller de un pintor sevillano de escaso renombre y, una vez obtenida la maestría, emprendió en Llerena (Sevilla) su carrera artística, trabajando para las iglesias de la comarca.

El encargo de una serie de lienzos, en 1626, para los dominicos de San Pablo, en Sevilla, marcó un hito en su trayectoria: desde entonces, su vida gira en torno a esta ciudad, adonde se trasladó en 1629, y en la que organizó un amplio y próspero taller para satisfacer los encargos de carácter religioso, que se multiplicaban cada día. En 1634 es reclamado por su amigo Velázquez para intervenir en la decoración del Buen Retiro.

En la corte, Zurbarán aumenta su prestigio y renueva su estilo por la influencia de los artistas madrileños y de las colecciones reales, que despiertan su admiración por el clasicismo italiano. Convertido en Pintor del Rey, regresa a Sevilla en 1636, donde vive su momento de máximo esplendor y realiza numerosas obras para América. En la década de 1650  la escasez de encargos, la crisis económica y el empuje de las nuevas generaciones provocan su declive. En 1658 vuelve a Madrid y sigue trabajando allí hasta su muerte, en 1664.

Comentario artístico del cuadro

La defensa de Cádiz contra los ingleses, conmemora la hazaña de don Fernando Girón y Ponce de León, gobernador de Cádiz que, en noviembre de 1625, consiguió repeler el asalto de la flota inglesa pese a las condiciones adversas y a la inferioridad numérica. Aquejado por un fuerte ataque de gota, que le mantenía inmovilizado en una silla, el valiente gobernador logró derrotar al poderoso ejército enemigo, diez veces superior al español, y que estaba capitaneado por Lord Wimbledon.

Zurbarán relegó la batalla a un segundo plano y destacó la figura de Girón mientras daba órdenes a sus generales. La escena, sin embargo, adolece de teatralidad y resulta artificiosa por la agrupación convencional de los personajes, que apenas se comunican entre sí, y por su falta de relación con el fondo, concebido como un telón. Este lienzo formaba pareja con otro similar, hoy perdido.

La obra del autor

Considerado el pintor de la vida monástica por excelencia, Zurbarán consagró su vida a la producción de temas religiosos y, especialmente, a la figuración de frailes, subgénero en el que alcanzó una maestría insuperable pese a sus limitaciones en la composición de escenas. Formado en Sevilla, en la tradición naturalista y tenebrista de Caravaggio, mostró una extraordinaria sensibilidad para representar las cualidades plásticas de la realidad material, dignificando los objetos y los ropajes con una solemnidad trascendente y una rotundidad escultórica plena de misterio y de belleza.

Su vinculación casi exclusiva con una clientela monástica determinó su éxito y condicionó su trayectoria, supeditándolo a criterios conservadores que dificultaron la renovación de su estilo y fomentaron la repetición de fórmulas artísticas con fines devocionales. El contacto con Madrid lo indujo a matizar el tenebrismo y a suavizar las formas, pero siempre permaneció fiel a su estilo. Pintor prolífico, sus obras a veces se resienten de la participación del taller. Destacan sus bodegones y los ciclos que realizó en monasterios de Andalucía y Extremadura.