La cocina popular

La cocina popular madrileña se encuentra dentro de las normas lógicas de su producción comarcal, de grandes influencias manchegas y mesetarias.

Tierra de cereales, comarca de huertas, resultan los productos hortícolas muy frecuentes en las combinaciones culinarias. Por otra parte, la coexistencia de la cocina del pueblo y la de la corte, hace que se produzcan influencias mutuas entre unos y otros recetarios. La cocina de olla rige la confección de los platos en sus dos vertientes habituales; la severa de un solo elemento acompañado por accesorios culinarios, y la barroca complejidad del guiso donde todo cabe. La cocina de la época se caracterizaba por una suculencia, tanto en cantidad como en materia grasa, a la que hoy en día no estamos acostumbrados. Desayunos de aguardiente con naranja con miel, raciones mínimas de tres huevos, pasteles de hojaldre rellenos de carne picada o escabeche troceado, de a cuatro y de a ocho, según el dinero y el hambre del comitente, que se despachaban en las pastelerías o los numerosos «bodegones de puntapié», breves tenderetes situados en las calles y plazoletas, ya que era muy frecuente comer a la intemperie.

El pan como alimento básico, acompañado por un trozo de chorizo, torrezno o cecina, era el almuerzo habitual para el trabajador.